domingo, 19 de julio de 2009

Los trovadores y la tradición oral




Por Helios Mondragón


Una de las formas en las que se transmitían las historias, testimonios y acontecimientos cotidianos, eran precisamente los cantos. Esta forma de narración era mucho más compleja puesto que poseía una estructura oral acompañada por música

La épica heroica, cuyo ejemplo más conocido en Alemania es el Nibelungenlied, no era en realidad la forma literaria más popular en la era de la Edad Media. Más elegantes, y por esto más atractivos para las mujeres, eran los sofisticados poemas de los ministriles, o trovadores, de los siglos XII y XIII. Ministril deriva del término germánico minna, que significa “remembranza amorosa”.

Influidos por los trovadores de Francia, estos ministriles itinerantes cantaban el hidalgo amor de los caballeros hacia las mujeres casadas que ellos juraban defender con honor y valentía. Como el objeto de su afecto les era inalcanzable, el amor que se celebraba era necesariamente platónico y los deseos que este amor despertaba eran rigurosamente reprimidos. El compositor ejemplar de este género, conocido como “trova sacra”, fue Reinmar von Hageneau, que tuvo su apogeo hacia el año 1190.

En claro contraste con esto estaba la “trova profana”, de Walther von der Vogelweide, de principios del siglo XIII. Él afirmaba que la trova debía alegrar al público por lo que su tema era la consumación del amor y no su sufrimiento. Su canción más famosa se titula “Bajo el tilo del brezal”, en la que juguetona pero discretamente describe una noche apasionada.

Se conservan los poemas de más de 160 ministriles. Con base en ellos los académicos determinaron que estos trovadores no eran animadores espontáneos. Eran más bien artistas profesionales que seguían estrictas normas poéticas para crear coplas que enaltecían y recreaban las convenciones sociales de la era caballeresca.


LOS TROVADORES, ALGO MAS QUE CANCIONES DE AMOR




ESTE ES UN EXELENTE ARTICULO DEL AÑO 1998 QUE HE SOLICITADO PARA PUBLICAR Y COMPARTIR CON USTEDES
CON qué relaciona los términos trovador y juglar vagabundo? Tal vez con canciones de amor cortés y con la caballería. Pues no se equivoca, si bien los trovadores no se limitaron a estos temas. Aun cuando posiblemente se les conozca más por la canso d’amor (canción de amor) y normalmente se les represente con un laúd dando una serenata a una dama, el amor no fue su única preocupación. Se interesaron en muchos de los asuntos sociales, políticos y religiosos de su época. Los trovadores florecieron en los siglos XII y XIII por toda la región que en la actualidad constituye el sur de Francia.

Fueron poetas músicos que escribieron en la más refinada de las lenguas romances vernáculas: la lengua de oc, el idioma común de aproximadamente toda la zona de Francia que queda al sur del río Loira y de las regiones limítrofes de Italia y España. Mucho se ha debatido sobre el origen de la palabra trovador, pero parece ser que se deriva del verbo occitano trobar, que significa “componer, inventar o encontrar”. De modo que el trovador encontraba la palabra o la rima adecuada para su elegante verso. A su poesía se le ponía música y se cantaba. Los trovadores viajaban de ciudad en ciudad, muchas veces acompañados de juglares profesionales, y ejecutaban sus canciones con arpa, viola, flauta, laúd o guitarra.


Las actuaciones musicales solían formar parte de los espectáculos, ya fuera en las casas de los ricos o en los mercados, los torneos, las ferias, los festivales o las fiestas. Distintos antecedentes Los antecedentes de los trovadores eran diversos. Algunos habían nacido en familias ilustres, unos cuantos fueron reyes y los hubo de origen más humilde que se elevaron a la categoría de trovadores. Algunos alcanzaron una posición importante. Muchos eran muy cultos y habían viajado extensamente. A todos se les había formado en las reglas de la galantería, la cortesía, la poesía y la música. Según cierta fuente, se esperaba que el buen trovador “conociera a la perfección las últimas noticias, repitiera todas las tesis de interés que llegaban de las universidades, estuviera bien informado de los chismes de la corte, [...] pudiera componer versos en el acto para el señor o la dama y tocara al menos dos de los instrumentos de moda en la corte”.

Con el auge del comercio que se experimentó en el siglo XII, llegaron muchas riquezas a las regiones del sur de Francia. La prosperidad llevó de la mano el ocio, la educación y los gustos refinados por las artes y una vida de distinción. Los grandes señores y las damas de Languedoc y Provenza eran los clientes más fieles de los trovadores. Los poetas estaban muy bien considerados y llegaron a tener una enorme influencia en los gustos, modas y modales aristocráticos. Se convirtieron en los padres de los bailes de salón europeos. The New Encyclopædia Britannica dice, no obstante, que “su gran logro fue crear alrededor de las damas de la corte un halo de refinamiento y buenos modales sin comparación alguna hasta el presente”. Fomentan el respeto a la mujer Cuando un hombre abre la puerta a una mujer, la ayuda a ponerse el abrigo o realiza por deferencia a ella uno de los muchos actos de cortesía que se han observado durante siglos en Europa occidental, está siguiendo una costumbre que probablemente se originó con los trovadores.


Las actitudes medievales con respecto a la mujer estaban muy influidas por las enseñanzas de la Iglesia, que la consideraba responsable de la caída del hombre en el pecado y de su expulsión del Paraíso. Se la veía como una tentadora, un instrumento del Diablo, un mal necesario. Con frecuencia el matrimonio se conceptuaba como un estado degradado. La legislación eclesiástica permitía que se pegara y se repudiara a las mujeres, lo que contribuía a su humillación y represión. A la mujer se la consideraba inferior al hombre en casi todo sentido. Pero con la llegada de los trovadores comenzó a cambiar la mentalidad masculina. El primer trovador conocido fue Guillermo IX, duque de Aquitania. Su poesía fue la primera en contener los elementos que caracterizaron la singular concepción que los trovadores tenían del amor, que llegó a conocerse por el nombre de amor cortés. Los poetas provenzales mismos lo llamaron verai’amors (amor verdadero) o fin’amors (buen amor). Fue revolucionario en el sentido de que a la mujer ya no se la colocaba en una posición de indigna inferioridad con respecto al hombre. La poesía trovadoresca confirió a la mujer una gran dignidad, honra y respeto.


Ella se convirtió en la encarnación de las cualidades nobles y virtuosas. Algunas canciones lamentaban la fría indiferencia de la dama hacia el bardo que la admiraba. Al menos en teoría, el amor del trovador tenía que permanecer casto. Su objetivo principal no era la posesión de la dama, sino la refinación moral que inspiraba en su interior el amor que sentía por ella. Para llegar a merecerla, el poeta en ciernes se sentía obligado a cultivar la humildad, el autodominio, la paciencia, la lealtad y todas las nobles cualidades que ella poseía. De ese modo, hasta el más ordinario de los hombres podía transformarse gracias al amor. Los trovadores creían que del amor cortés emanaba la refinación social y moral, que los actos corteses y los hechos nobles se originaban en el amor.
El desarrollo de esta idea puso la base de todo un código de conducta que con el tiempo asimilaron las clases bajas de la sociedad. Había comenzado un nuevo modo de vivir que contrastaba con la sociedad feudal, ordinaria y cruel. A partir de entonces, las mujeres esperaban que sus hombres fueran abnegados, considerados y amables, en una palabra: unos caballeros. Al poco tiempo, gran parte de Europa hacía suyo el arte de los trovadores. España y Portugal adoptaron sus temas. En el norte de Francia estaban los troveros; en Alemania, los Minnesänger, y en Italia, los trovatori. El tema trovadoresco del amor cortés, fusionado con los ideales de la caballería, dio origen a una modalidad literaria denominada novela de caballerías. Por ejemplo, combinando el ideal del amor cortés con las leyendas de la Bretaña celta, el trovero Chrétien de Troyes tipificó las virtudes de la generosidad y la protección del débil en los relatos sobre el rey Arturo y los caballeros de la Tabla Redonda. Impacto social Aunque muchas de las canciones de los trovadores alababan las virtudes del amor cortés, otras trataban de las cuestiones sociales y políticas de la época. El francés Martin Aurell, autor de la obra La vielle et l’épée (La viola y la espada), dijo que los trovadores ‘participaron activamente en las luchas que dividían a sus contemporáneos, y mediante sus composiciones, hasta contribuyeron al triunfo de uno u otro bando’. En un comentario sobre la singular posición de los trovadores en la sociedad medieval, Robert Sabatier dice: “Jamás había gozado el poeta de tanto prestigio, jamás había existido tanta libertad de expresión. Repartía alabanzas y reprensiones, se erigió en la voz del pueblo, influyó en las decisiones políticas y se convirtió en el vehículo de nuevas ideas” (La Poésie du Moyen Age [La poesía de la Edad Media]). Divulgadores de las noticias de su época Puede decirse con razón que mucho antes de la invención de la prensa escrita, los trovadores y otros juglares vagabundos fueron quienes divulgaron las noticias de su época.
Los juglares medievales viajaban por todo el mundo. Reunían noticias e intercambiaban historias, melodías y canciones por todas las cortes de Europa, desde Chipre hasta Escocia y desde Portugal hasta Europa oriental, por cualquier lugar adonde iban. El pueblo aprendía las pegadizas melodías de las canciones de los trovadores, que con rapidez se propagaban oralmente de un juglar a otro, y de ese modo influían mucho en la opinión pública y unían al pueblo a favor de una causa u otra. Una de las muchas composiciones poéticas de los trovadores se llama serventesio, literalmente “canción del siervo”. Algunos exponían la injusticia de los gobernantes, otros celebraban acciones valerosas, abnegadas, generosas y misericordiosas, a la vez que criticaban la crueldad y la brutalidad, la cobardía, la hipocresía y el egoísmo.
Los serventesios de principios del siglo XIII permiten a los historiadores asomarse al clima político y religioso de Languedoc en un tiempo de gran agitación. Crítica de la Iglesia El fracaso de las cruzadas resultó en que muchas personas comenzaran a poner en duda la autoridad temporal y espiritual de la Iglesia Católica. El clero decía representar a Cristo, pero sus acciones distaban mucho de ser cristianas. Su hipocresía, avaricia y corrupción se hicieron de conocimiento público. Deseosos siempre de más riquezas y poder político, los obispos y sacerdotes de la Iglesia prestaban sus servicios a los ricos. El abandono de las necesidades espirituales de los pobres y la clase media provocó inevitablemente la disidencia. En Languedoc, muchos burgueses y nobles eran personas instruidas.
El historiador H. R. Trevor-Roper hizo la observación de que un laicado más cultivado estaba descubriendo que la Iglesia del siglo XII “era muy distinta de los modelos antiguos que afirmaba imitar”. Añade que muchos hombres empezaron a pensar: “Cuánto más diferente aún [...] fue la Iglesia no oficial anterior a Constantino, la Iglesia de los apóstoles, [...] de las persecuciones: una Iglesia sin papa ni obispos feudales ni ricas donaciones ni doctrinas paganas ni nuevos artículos concebidos para aumentar su riqueza y poder”. Languedoc era una región en la que imperaba la tolerancia. Los condes de Toulouse y otros gobernantes del sur permitían a la población libertad religiosa. Los valdenses habían traducido la Biblia a la lengua de oc y la predicaban con fervor de dos en dos por toda la región. Los cátaros (también llamados albigenses) igualmente diseminaban su doctrina, y hacían numerosos conversos entre la nobleza.
Muchos de los serventesios compuestos por los trovadores reflejaban lo decepcionado que estaba el pueblo con el clero católico, y la falta de respeto y la aversión que sentía por él. Un serventesio de Gui de Cavaillon condena al clero por haber “abandonado su vocación principal” para dedicarse a intereses más mundanos. Las poesías de los trovadores ridiculizaban el fuego del infierno, la cruz, la confesión y el “agua bendita”. Se mofaban de las indulgencias y las reliquias, y satirizaban a los sacerdotes inmorales y a los obispos corruptos por ser “traidores, embusteros e hipócritas”. La lucha de la Iglesia contra la libertad La Iglesia Romana, sin embargo, se consideraba por encima de todo imperio y reino. La guerra se convirtió en su herramienta de poder. El papa Inocencio III prometió las riquezas de los habitantes de Languedoc al ejército que subyugara a los príncipes y aplastara toda disidencia en los dominios del sur de Francia. Como consecuencia, sobrevino uno de los períodos de tortura y asesinato más sangrientos de la historia de Francia. Se le llegó a conocer como la cruzada contra los albigenses (1209-1229).
Los trovadores la llamaron la falsa cruzada. Sus canciones expresaron la ira por el cruel trato que la Iglesia dispensó a los disidentes y por que el Papa ofreciera las mismas indulgencias por matar a los disidentes franceses que por matar a los musulmanes, considerados infieles. La Iglesia se enriqueció enormemente durante la cruzada contra los albigenses y con la posterior Inquisición. Se despojó a las familias de sus posesiones y se les confiscaron sus tierras y sus hogares. Acusados de ser herejes cátaros, la mayoría de los trovadores huyeron a tierras menos hostiles. Esta cruzada supuso el fin de la civilización occitana, su modo de vida y su poesía. Una ley de la Inquisición declaró ilegal cantar y hasta tararear las canciones trovadorescas. Pero su legado pervivió. De hecho, sus canciones anticlericales prepararon el clima para lo que llegaría a ser la Reforma. Desde luego, las canciones de amor no son lo único por lo que recordar a los trovadores.






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