lunes, 6 de julio de 2009

La jornada electoral

Por Helios Mondragón

Son las 8:00 a.m., el paisaje muestra un cielo despejado haciendo ver una mañana clara. Por fin ha llegado el tan mencionado 5 de julio del 2009, por fin ha llegado el día que alberga una de las jornadas más importantes en la vida democrática de México; por fin… son las elecciones.

Al asomarme a la calle me doy cuenta que hay una casilla instalada en la casa de enfrente, ¡que bueno…! exclamo con el pensamiento, así podré observar constantemente cómo se desarrolla la jornada electoral. Por curiosidad y vestido aún con mis fachas, me acerco a la entrada de la casa y parece ser que todo está listo para comenzar a recibir a los votantes. Las mesas de los funcionarios se encuentran colocadas en las orillas del patio de la vivienda, una del lado oriente y otra del lado sur; en el centro están colocadas las mamparas; testigos mudos que tienen como misión salvaguardar la integridad del voto libre y secreto. Todo está listo pero parece ser aún muy temprano, no ha llegado nadie para ejercer su derecho puesto que las urnas dejan ver su vacío a través de la ventanilla de celofán transparente. Ante este ambiente desolado, decido meterme a la cocina de mi casa para poner café.

El día parece transcurrir con normalidad, enciendo la tele y veo los segmentos informativos que muestran otras casillas en la misma situación y no es para menos… a parte de los voluntarios en las casillas ¿quién se levanta temprano los domingos, aun si es para votar?, sinceramente no lo veo como un acto de irresponsabilidad, mas bien nadie se ha precipitado puesto que la jornada termina hasta las 6 de la tarde. Así que falta mucho y tiempo hay de sobra para un proceso que se lleva no más de 10 minutos.

Me acerco a la ventana de mi cuarto, ahí también tengo una buena visión. Son casi las 8:35, repentinamente alguien llega, parece ser el primer votante, pero no… debe ser un familiar de alguno de los funcionarios puesto que, sólo ha ido para llevar el desayuno a uno de ellos. Al tiempo que le doy un sorbo a la taza de café, veo que comienza a llegar gente a la vivienda donde está la casilla, llegan a cuenta gotas, poco a poco, pero de un instante a otro lo que lucía como una casilla desierta ahora muestra señales de la actividad característica en una jornada de este tipo.

Cerca de las 10:00 a.m. me dispongo a acercarme de nuevo para curiosear. Ya veo más gente, la mayoría con gesto inexpresivo, hay personas arregladas en cuestión de vestimenta y otros que no se ocuparon en despojarse de la comodidad de su atuendo dominguero. Uno a uno van pasando cumpliendo al pie de la letra con el procedimiento, el votante entrega su credencial para ser buscado en la lista del padrón electoral, una vez encontrado, se le entrega la papeleta para marcar la opción del partido de su preferencia dentro de la casilla y finalmente introducirlo en la urna correspondiente.

Hay algunas personas que tardan un poco dentro de la casilla, tal vez aún están indecisos por qué partido votar y se toman su tiempo para meditarlo bien, ante esto, nadie se muestra molesto, total, hay casillas suficientes y en disposición . No falta el despistado al que no le corresponde esa sección y un funcionario lo instruye para dirigirlo hacia su sección correspondiente.

Ahora me toca a mí, son las 12:15 y me dispongo a salir de casa para ejercer mi derecho, la casilla a la que he estado observando no es la que me corresponde, la casilla correspondiente a mi sección se encuentra a cuarenta metros. Al llegar, me percato que luce similar a la que está enfrente de mi casa; con las mesas a las orillas del patio y las mamparas en el centro, sólo que ésta tiene más gente. Me dirijo a uno de los funcionarios para entregar mi credencial, él me busca, me encuentra y me proporciona la papeleta correspondiente; me dirijo hacia la mampara para ocultar mi tendencia, una vez que he rayado con el marcador la papeleta, me dispongo a doblarla para depositarla en la urna.

Al salir de la mampara me tomo tiempo para observar a la gente, busco con la mirada a algún conocido para saludarlo y pedirle que me platique de su experiencia en la jornada electoral. Es inútil, no conozco a nadie, uno de los funcionarios tiene la impresión de que estoy desubicado y me señala las urnas indicándome que es hora de depositar en ella la papeleta doblada. Ya decido no perder más tiempo y me dirijo a la urna, meto la papeleta de forma decidida y finalmente recojo mi credencial, no sin antes permitirle mi pulgar al funcionario para que me lo marque como medida para no repetir.

Siento que he cumplido con un deber y satisfecho me dirijo a mi casa de nueva cuenta. Enciendo la tele y no encuentro ningún canal que esté informando sobre el desarrollo de la jornada, tal vez al igual que yo se tomarán un tiempo para retomar esa observación.

Así transcurren las horas, con actividades cotidianas del domingo; lavo mi ropa, hago mis quehaceres, veo la tele. Cerca de las 6:00 p.m. comienzan a haber informes sobre las elecciones. Al fin, miro el corte informativo con interés, con decepción veo que no dicen alguna novedad, sólo que la jornada ha transcurrido en forma tranquila y que hasta ahora sólo ha habido un enfrentamiento en Ecatepec, Estado de México.

No se precipitan para mencionar quién lleva la delantera en la contienda electoral, todavía es muy pronto para adelantarse a dar tan importante nota; eso lo sabremos con certeza; quizá la noche de mañana, lunes, o en el noticiero matutino del martes.

Al anochecer ya no tengo interés en saber más sobre la jornada electoral, antes de dormirme escucho comentar a mi hermano: “fíjate que perdió Ana Guevara”… intrigado yo le pregunto: “¿a poco compitió en otra prueba de 400 m.? A lo que él me contesta con gesto burlón: “no, perdió en la contienda de ser delegada de la Miguel Hidalgo, parece ser que le ganó Sodi”.

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